Y es que me causa mucha gracia la algarabía de no pocas personas, en ambos márgenes del Rio de la Plata, ante el resultado de las PASO del pasado domingo en Argentina. De una forma un tanto ingenua creen que el populismo ha sido derrotado en Argentina – acaso, en forma definitiva - y que el victorioso Javier Milei representa exactamente lo contrario.
Lamento decir que la historia no enseña eso. Hay una fuerte confusión entre populismo e izquierdismo, como si fueran sinónimos. No, no lo son. El populismo argentino puede vestir muchos ropajes ideológicos porque su esencia – la clave de su éxito y permanencia – se basa en parámetros que escapan a la política. Hacia fines de los ’60 y principios de los ’70 del siglo pasado, Perón – admirador de Mussolini y Franco – viró hacia la izquierda. Fue un giro táctico para llegar al poder. De regreso a Argentina se enfrentó abiertamente a la izquierda peronista y llegó a expulsar a los Montoneros – la otrora “juventud maravillosa”- de Plaza de Mayo. El peronista Menem, otrora simpatizante de la izquierda montonera, viró hacia la derecha hasta el grado de establecer “relaciones carnales” con EE.UU. Néstor Kirchner, antiguo menemista, viró hacia la izquierda cuando advirtió que por ahí estaba la victoria electoral. El kirchnerismo nunca fue de izquierda, sino que se trata de un populismo vestido con ropajes izquierdistas que usó al Estado para crear clientelas electorales (planeros, piqueteros, etc.).
Lo gracioso del asunto es que Javier Milei es también un populista. Su discurso separa a la totalidad social en dos campos políticos antagónicos. Es en esencia “un discurso de ruptura” y construye políticamente al “nosotros” (los libertarios) de los “otros” (la “casta política”, un término tan ambiguo como la malévola “sinarquía” de la que hablaba Perón).
Milei ha hablado reiteradamente de una suerte de pasado idílico donde la Argentina era próspera hasta que llegó el populismo. Perón se refería a un pasado decimonónico idealizado donde San Martin estaba en su apogeo hasta la llegada de una clase dirigente egoísta y corrupta.
El mérito enorme de Milei es haber realizado una lectura correcta del estado de ánimo de la inmensa mayoría de la ciudadanía argentina. Dejando de lado su muy visible inestabilidad emocional – algo muy riesgoso para conducir un país y más aún si hay una crisis profunda-, sus rasgos mesiánicos y sus sorprendentes promesas, hay otros varios problemas en su futuro inmediato. Si llega a la Presidencia, salvo que logre una mayoría hegemónica, deberá negociar con otras fuerzas de derecha y centro-derecha. ¿Tiene el tino, la paciencia persuasiva, la capacidad de diálogo y flexibilidad para ello?
Además, deberá enfrentar a los grupos sindicales y sociales aliados del kirchnerismo que no le va a hacer ninguna gracia que le quiten los beneficios y prebendas conseguidos en los últimos años. Y para ello deberá usar la fuerza legítima del Estado. ¡Ay…! Más temprano que tarde Milei, si es que llega a la Presidencia, comprenderá que aún los ultraliberales necesitan del Estado, aunque no sea más que reprimir la protesta social.
Por otro lado, los libros de Friedrich Hayek, Milton Friedman o Ludwig von Mises son muy buenos como guía para una política económica liberal, pero para el ejercicio de un gobierno democrático el fundamentalismo puede ser un obstáculo más que una ventaja, porque se necesita una dosis de pragmatismo para actuar sobre una realidad muy compleja y cambiante.
Mi opinión personal: el pasado domingo en Argentina fue derrotado el kirchnerismo y en el peronismo hay una regla de oro: al líder se le perdona todo… menos la derrota. Por más que Cristina Kirchner se haya replegado todo indica que su liderazgo ha finiquitado. Muy probablemente en forma definitiva. Pero esto no quiere decir que el peronismo haya muerto.
No olvidar: el populismo no es derecha, izquierda o centro. Tiene la habilidad de cambiar sus ropajes y adaptarse a las nuevas realidades.
Jorge Chagas