Lunes, 04 Abril 2022 12:32

“No quiero que mi hija sepa lo que es una guerra”

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“No quiero que mi hija sepa lo que es una guerra” Leda Letra / Natasha y su hija Sasha son de Kharkiv y llegaron a Portugal .

Natasha dejó Ucrania con su hija de cuatro años y su suegra, dejando atrás a su esposo, que tuvo que permanecer en el país. 

La pareja nunca pensó que la guerra pudiera estallar y cuando pasó, abandonaron su ciudad y se movieron durante días dentro del país. El recrudecimiento del conflicto y la terrible realidad de que su hija de cuatro años tuviera que vivir una guerra, convenció a Natasha de que debían abandonar el país.

Natallia Vladimirova, o Natasha, vivía en Kharkiv, su ciudad natal, antes de que estallara la guerra. Había trabajado como contable, auditora y había sido profesora universitaria en Kharkiv antes de que naciera su hija. Recientemente, antes de dejar su ciudad, se dedicaba a una de sus pasiones, la fotografía, que además de ingresos, le reportaba grandes satisfacciones.

Natasha dejó su casa el día que empezó la guerra, el 24 de febrero, junto con su esposo y su hija Oleksandra Rodenko, a la que llaman Sasha, de cuatro años.

En la actualidad, Natasha se refugia en Lisboa (Portugal) con su hija y su suegra. Su esposo tuvo que permanecer en Ucrania. Las tres mujeres llegaron en un vuelo humanitario organizado por el gobierno de Lisboa el 14 de marzo. A pesar de no conocer a nadie en la ciudad, encontraron una familia portuguesa que les abrió las puertas de su hogar.

Natasha y su hija están en proceso de obtener la condición de refugiadas. Los servicios de inmigración y fronteras portugueses otorgaron el estatus de protección temporal a 22.706 personas, tanto ucranianos como ciudadanos de terceros países que vivían en Ucrania.

En una entrevista con Noticias ONU, Natasha relata su historia, cómo vive ella esta guerra, sus miedos y la terrible realidad de que su hija de cuatro años sepa ya lo que es una guerra.

Natasha cuenta cómo fueron los días previos al 24 de febrero, momento en el que estalla el conflicto.

“Al principio no salimos de nuestro país porque pensamos que la guerra no iba en serio y que, tras unos días, podríamos volver a casa, pero creo que deberíamos habernos ido entonces del país con mi esposo”, cuenda sentada en la terraza de un café lisboeta.

Natasha y su marido no querían creer que de verdad iba a estallar el conflicto. Sin embargo, ella tenía la intuición de que sí iba a pasar. Por eso, todavía en su hogar, tomó ciertas precauciones, como preparar la bolsa de viaje.

“Antes de que comenzara la guerra, pensaba en eso y sentía que estaba a punto de suceder. Le dije a mi esposo: ‘Tal vez podríamos comprar unos billetes de avión y salir de Ucrania’, pero él me contestó: ‘No, no pasa nada. Estamos en el siglo XXI, ¿cómo puede pasar eso?’ Aun así, yo tomé algunos documentos y preparé mi bolsa, solo con los documentos; no puse la ropa.

De repente, el 24 de febrero me despertó mi marido y me dice: ‘¡Ay, ha empezado!’. En ese momento, no sé qué coger, porque no sé cuánto durará la guerra. ¿Tal vez debería llevar algo de ropa, tal vez ropa de primavera o de invierno? No sé. Así que solo tomé algo de ropa, para mi hija de todo, para invierno, primavera, verano… Mi esposo llevaba puesta ropa deportiva y nada más. Esa fue toda la ropa con la que salimos”.

La pareja empezó a moverse entonces de una ciudad a otra, todavía dentro de Ucrania, pero ya con dudas sobre si deberían permanecer en el país, y sin saber siquiera si él podía dejarlo.

“Antes de dirigirnos a la frontera con Ucrania, nos quedamos en muchas ciudades de nuestro país. Mucha gente nos ayudó. Nuestra primera parada fue Dnipro. Allí vivía la compañera de trabajo de mi marido, que nos ofreció quedarnos en un apartamento. Pero el primer día escuchamos sirenas. Yo sentí que no podíamos esperar y que deberíamos irnos a otra ciudad, porque era demasiado peligroso.

Luego fuimos a Odesa. A partir de ese momento, queríamos saber, ya cerca de la frontera con Rumanía, si mi esposo podía salir del país y buscamos a algunos hombres para preguntarles si era posible. Enseguida comprendimos que no podemos arriesgarnos”.

El esposo de Natasha estaba aterrorizado solo de pensar que ella podía dejar Ucrania e irse a Moldavia sola con la niña, pero ella le aseguraba: “No es posible, te quiero, no me puedo ir”. Así que decidieron trasladarse de nuevo a otra ciudad, Kvuyry Rih. Esa fue la última para ella.

“Esa fue la última parada, Kvuyry Rih, en Ucrania. Mi marido está allí ahora, en Kvuyry Rih. Es ahora cuando entiendo que no quiero que mi hija sepa lo que es una guerra.

Cuando estábamos en una de esas ciudades, tuvimos que refugiarnos en las plantas subterráneas y escuchábamos las sirenas y mi hija decía: ‘Mamá, ¿qué hago cuando escucho eso?”. Una mujer le contestó: “Debes taparte las orejas y abrir la boca’. Después, en cada ciudad, cuando mi hija oía las sirenas, me decía: ‘Mamá, ya sé lo que tengo que hacer’. Y creo que esa información no la debería manejar una niña de 4 años”.

Finalmente, decidieron que ellas debían dejar Ucrania y Natasha sugirió a su marido que su suegra, que se encontraba en Kharkiv, se reúniera con ellos en Kvuyry.

“Quiero irme de Ucrania —dice Natasha a su esposo—. Y nada, primero fue Rumanía y luego ya Portugal”.

Natasha, como ocurre con muchos refugiados, tenía una vida laboral plena en su país antes de que se iniciara el conflicto.

“Tuve muchos, muchos trabajos. Antes de tener a mi hija, trabajé como docente en la Universidad Económica. Mi segundo trabajo fue como contable. Cuando nació mi hija, comencé a trabajar como fotógrafa. Es mi afición y me da dinero y me hace feliz. Fue fantástico porque solo en un año todo el mundo llegó a conocerme ya como la fotógrafa de bodas. Para este verano tenía muchas expectativas para la temporada…”

Desde Kvuyry, Natasha y su hija Oeksandra llegan, ya con su suegra, a la frontera con Rumanía, donde se quedaron cuatro días. En la frontera, Natasha descubrió que podían volar a Portugal, en unos vuelos humanitarios organizados por el gobierno de Portugal; así que se trasladaron en coche a Bucarest, donde se alojaron en albergues dispuestos por el gobierno luso, hasta su salida hacia el país.

“Llegamos a Rumanía en coche y nada más cruzar la frontera le dije a mi suegra que no sabía qué podíamos hacer porque no teníamos ningún contacto. Vimos muchos edificios, mucha gente; entonces, vimos la Cruz Roja, y pedimos ayuda a la gente que había allí. Llamaron a alguien y nos mostraron un lugar donde podíamos pasar la noche. Esa noche, me enteré de que podíamos volar de Rumanía a Portugal. Fuimos a Bucarest en coche y allí nos alojamos en albergues que el gobierno de Portugal había dispuesto para todos los refugiados ucranianos y todos volamos juntos en ese vuelo.

Cuando elegí Portugal, solo pensé en el océano y el clima. Porque la nieve, el invierno… ¡no es lo que me gusta! Mi esposo me decía que tal vez debería escoger Polonia o Suecia. Pero yo solo pregunté: ¿hay invierno?”

 

Modificado por última vez en Lunes, 04 Abril 2022 12:56