Los hospitales de Brasil se están quedando sin suministros básicos, incluidos sedantes y oxígeno, y las autoridades de São Paulo, la ciudad más grande del país, anunciaron que abrirían 600 nuevas tumbas por día. Estas fueron las palabras expresadas por Paula Galvão, médica en un hospital de campaña en São Paulo: “La difícil situación que estamos teniendo ahora es que no solo están llegando pacientes de edad avanzada al hospital, sino también muchos pacientes jóvenes, de 30, 21, 26, 29 años. Esos fueron los casos más graves que atendí ayer. Es realmente una situación muy mala”.

El miércoles, el presidente de extrema derecha de Brasil, Jair Bolsonaro, se negó una vez más a ordenar medidas de salud pública a nivel nacional para frenar la propagación del virus, y se burló de los políticos de la oposición que lo acusaron de provocar un “genocidio” por su desastroso manejo de la pandemia.

El Presidente Jair Bolsonaro dijo que “no vamos a aceptar la política de 'quedarse en casa', de cerrar todo, de confinarse. El virus no va a desaparecer. El virus, como otros, llegó para quedarse y permanecerá entre nosotros por un buen tiempo. Es prácticamente imposible erradicarlo. Y, hasta entonces, ¿qué vamos a hacer?”.

El martes, la cámara baja del Congreso de Brasil aprobó un proyecto de ley, respaldado por el presidente Bolsonaro, que permitiría a las corporaciones comprar directamente vacunas en el mercado internacional y dárselas a sus empleados, por delante de los grupos prioritarios, incluidos los trabajadores de la salud y las personas de edad avanzada.

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